¡Somos pepitas de oro! A muchos y a muchas nos han enseñado que para ser felices es necesario acumular. No somos pocos/as quienes hemos crecido con la sensación de que nos faltaba algo para ser felices. Así desde bien jóvenes enfocamos nuestras vidas para ir acumulando todas estas cosas que nos faltan en una carrera desesperada por encontrar la felicidad.
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Primero nos dicen que es importante acumular conocimiento. En la escuela nos hacemos conscientes de todo lo que nos falta por saber. Tenemos que acumular asignaturas, títulos y certificaciones de cuánto hemos aprendido. Siguen másters, posgrados, diplomas y doctorados. Siempre se puede tener un título más colgado de la pared.
Llega la adolescencia y empieza el miedo
Llega la adolescencia y empieza el miedo a no tener suficientes amigos/as. Siempre se puede conocer a alguien más interesante, alguien que sea mejor deportista, alguien mejor que tú. Las redes sociales magnifican la sensación de que te falta gente por conocer. Amigos que añadir.
Vidas por vivir. Acumulamos personas, conocidos, amigos, amantes y ex-amantes con la creencia de que nos van a conducir a la felicidad. Likes, retweets y favs.
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También acumulamos objetos. Prendas de ropa. Teléfonos y portátiles. Bicicletas, motos y coches. Juguetes, libros y muñecos. Muebles, electrodomésticos y rollos de papel de váter. Tatuajes, joyas y complementos a doquier.
Acumulamos obras de arte y botellas de vino
Acumulamos obras de arte y botellas de vino por si algún día hay que celebrar. Macetas, herramientas y botes de cristal. Comida, bebida y un gran Tiramisú para merendar. Siempre hay un objeto tras la esquina seduciéndonos con su promesa de felicidad.
Acumulamos experiencias, sentimos que si no hemos visto todo el mundo no somos nada. Si no hemos ido de vacaciones a la Costa Brava o no hemos veraneado en Menorca no hemos empezado a vivir. Si no hemos meditado en la India, no hemos reservado una habitación en un hotel rural de Montaña o estado en París, nunca vamos a poder ser felices del todo.
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Aprender a hacer queso casero o montar a caballo
Nadar con delfines, aprender a hacer queso casero o montar a caballo. Vivimos con la certeza de que hay una experiencia que nos falta para llenar esa sensación de vacío que no para de crecer.
Casi con desesperación, acumulamos múltiples versiones del yo. Nos hacemos selfies, publicamos tuits, y probamos uno tras otro filtros de Instagram para ver cuál nos queda mejor.
Nos maquillamos, modificamos nuestros cuerpos con cirugías y perfilamos nuestros músculos en el gimnasio. Nos justificamos en largos posts de Facebook y pasamos media vida buscando reconocimiento y que nos presten atención.
En la búsqueda de la felicidad
En la búsqueda de la felicidad nos ponemos en el centro de nuestras propias vidas pensando en nosotros mismos de forma constante, poniendo todos nuestros esfuerzos en el mi, en el yo, y en el para mi. Acumulamos tantas fotos, pensamientos y objetos que a veces parece que en el mundo no existe nadie más que nosotros/as mismas.
Sin embargo, en el curso “Meditaciones para la resiliencia”, la maestra guen Lochani nos recuerda una enseñanza muy valiosa. Para Buda, nuestra verdadera naturaleza es como la de una pepita de oro. Todas y todos estamos cargados de valor. De virtud. De belleza y felicidad.
Eso sí, somos pepitas de oro cubierta por una capa de barro y suciedad. Por eso, meditando aprendemos que estamos buscando fuera lo que se halla en nuestro interior. Que para encontrar la felicidad no hace falta seguir acumulando, sino que lo que tenemos que hacer es empezar a pulir.
Buda comparó nuestra naturaleza de Buda con una pepita de oro cubierta de barro, porque por muy despreciables que sean las perturbaciones mentales, la verdadera naturaleza de nuestra mente permanece sin mácula, como el oro puro. G.K.Gyatso
Meditando nos damos cuenta que en lugar de acumular tenemos que aprender a soltar ciertas visiones incorrectas de quiénes somos. Aprendemos a liberarnos de apegos. De objetos, deseos y miedos. Al concentrarnos en nuestra respiración empezamos a percibir que bajo nuestras mentes agitadas hay un mar de paz.
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Que siempre hemos valido mucho más de lo que pensábamos. Que la felicidad más profunda no reside en acumular objetos externos sino que habita nuestro interior. Por eso aprender a meditar tiene tanto valor.
Incluso la persona más cruel y degenerada tiene en su corazón un potencial de amor, compasión y sabiduría infinitos. A diferencia de las semillas de los engaños, que se pueden eliminar, este potencial es totalmente indestructible y constituye la naturaleza pura y esencial de cada ser. G.K.Gyatso
J.R. Estudiante del Programa Fundamental – Somos pepitas de oro