La complejidad de las partes en el pensamiento racional
La forma de pensamiento que predomina en el mundo occidental es el denominado pensamiento racional. Esta forma de comprensión de la realidad, afilada por las mejores mentes de los griegos, se ha ido imponiendo sobre otras formas de entender y hacerse cargo de cómo son las cosas. La palabra razón viene del latín “ratio” o “rationis”, es decir, tiene que ver con la actividad de dividir o hacer raciones. De esta manera enfrentarse a un problema de forma racional implica saber descomponerlo en pequeñas partes que pueden ser asimiladas y comprendidas. El pensamiento racional busca delimitar, separar elementos, para posteriormente hacerlos inteligibles.
Por eso no extraña que frente a entes complejos, como un cuerpo humano, la medicina europea se haya especializado en entender cómo funciona cada una de sus partes. Hay especialistas de garganta que no saben nada de podología, neurólogos que no tienen porque saber del sistema digestivo o psicólogos que no tienen porqué saber de dermatología. El pensamiento racional divide, hace raciones, unidades comprensibles a partir de entidades complejas.
La ciencia moderna se ha especializado en dividir la realidad en partes comprensibles. Expertos en geología no tienen porqué saber nada de botánica y expertos en botánica pueden ignorar la geología, pese a que de forma intuitiva sabemos que las plantas son lo que son, en parte debido a la tierra en la que viven. Uno se puede especializar en física, ignorando el mundo de la química, o en economía, ignorando la estética o la sociología.
El humanismo puede saber mucho de literatura, pero apenas saber nada sobre la respiración que en última instancia, es la actividad que debemos realizar todos los humanos para seguir siéndolo. De esta forma nos hemos acostumbrado a ver entidades cerradas, objetos finitos, categorías separadas y realidades fragmentadas, cuando sabemos que el mundo es mucho más complejo y sus diferentes partes están profundamente imbricadas.
En este mundo dividido en partes, nos hemos llegado a creer, que nosotros mismos somos seres individuales que están por encima del medio social y medioambiental en el que vivimos. Las limitaciones de nuestra capacidad de comprensión nos han llevado a creer que somos seres independientes de los demás seres. Esto ha fomentado una cultura que premia la idea de autonomía y el narcisismo.

Pasamos mucho tiempo pensando en el yo, yo, yo, mi, mi, mi, selfie, selfie, selfie, y poco en nosotros/as, nosotros/as, nosotros/as. Cómo si el humano pudiese seguir existiendo sin la necesidad de aire, agua, minerales, vegetales u otros humanos. Como si no formáramos parte de una trama densa con otros seres, bacterias, animales y plantas, sin los cuales nos resultaría imposible seguir existiendo.
Relación interdependiente relacionada
Aprender a meditar en la vacuidad, como estamos haciendo en el curso “Del apego al desapego”, nos lleva a rebajar la importancia del yo, para hacernos sensibles a las necesidades de los demás. Como nos recuerda la maestra Guen Lochani, la vacuidad nos ayuda a pasar de la idea de independencia a vivir y sentir la interdependencia. Nos ayuda a superar nuestra ignorancia para así experimentar un mundo de conexiones en el que la paz de los demás es tan importante como la nuestra propia.

“Pensar que somos como una isla, un individuo independiente y autosuficiente, no se corresponde con la realidad. Es más realista pensar que somos como una célula dentro del inmenso cuerpo de la vida, distintos de los demás, pero íntimamente relacionados con todos ellos. No podemos existir sin los demás, y ellos, a su vez, se ven afectados por todo lo que hacemos.“ Gueshe Kelsang Gyatso
Sólo meditando en la vacuidad, empezamos a superar los límites del pensamiento racional para ahondar en otras formas de ser y vivir en el mundo más armoniosas. Dejamos de ver a los demás como seres independientes y apreciamos los vínculos que nos unen a ellos. Rebajando los confines imaginarios del yo, se abre un mundo por experimentar marcado por la interdependencia entre seres. La vacuidad nos ayuda a unir los vínculos y tramas que la racionalidad había intentado separar. Rebajar el yo, hacernos un nosotros, nos acerca a la paz que siempre nos habitó. La paz de saber que no estamos tan solos, que siempre hemos estado conectados/as.
J.R. estudiante del Programa General