El 24 de octubre de 1927 se reunieron en Bruselas 29 de las mentes más brillantes que ha visto el siglo XX para hablar de electrones y fotones. Marie Curie, Max Planck, Paul Dirac, Albert Einstein, Erwin Schrödinger, Wolfgang Pauli, Werner Heisenberg o Niels Bohr por citar algunos de los más notables, se congregaron para discutir en torno a una nueva teoría que nadie conseguía entender del todo, pero que alteraría para siempre los cimientos teóricos sobre la que se sustentaba la física tradicional. Diecisiete de los veintinueve asistentes eran o llegaron a ser ganadores del Premio Nobel, y durante 5 días debatieron en torno a la teoría cuántica, nacida para dar sentido y entender cómo funcionan las partículas subatómicas.
Heisenberg y Bohr presentaron su visión del fenómeno, en lo que se denominaría la Interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica. Para ellos, la nueva teoría demostraba que la realidad, no existe como algo aparte al acto de observación. Un objeto cuántico no tiene características inherentes. Los electrones aparecen cuando se les observa. Dependiendo del instrumento con el que se les observe, aparecerán como partícula o como onda, es decir, como objetos radicalmente diferentes. La realidad no existe como una entidad aparte del observador/a, sino que se materializa de ciertas formas a medida que se observa.

Esto cambió para siempre nuestra comprensión física de la realidad. No existe una realidad independiente de la observación, de los instrumentos que usemos para observarla. Los pilares sobre los que se sustentaba nuestra comprensión del mundo temblaron. El mundo ya no surgía de una realidad estable sino de un conjunto de potencialidades. La materia no se sostiene sobre más materia sino sobre la nada. Sobre elementos en continua transformación que alteran su comportamiento al ser observados
Cuando observamos las partículas subatómicas nada se comporta como se esperaría. Las leyes de los objetos corrientes no sirven para descifrar ni entender el comportamiento de los elementos subatómicos. La física tenía que ajustarse a esta nueva comprensión del mundo que tendría consecuencias muy reales, sin la cuántica ahora mismo no tendríamos microchips, ni teléfonos ni ordenadores, sistemas de GPS, hornos microondas, relojes cuánticos o cámaras digitales.
Sorprendentemente estas ideas encajan de forma perfecta con las enseñanzas del Budismo que estamos recibiendo en el curso “Del apego al desapego. ¿qué es la vacuidad?”, en las que aprendemos a entender que la realidad que percibimos no es independiente de la mente con la que la percibimos. Esta realidad es lo que en budismo se llama vacuidad, que como nos enseña el venerable Gueshela en Como Transformar tu Vida “La vacuidad es la forma en que los fenómenos existen en realidad, que es contraria al modo en que los percibimos. De manera natural pensamos que los objetos que vemos a nuestro alrededor, como mesas, sillas, casas, etcétera, son reales porque creemos que existen exactamente del modo en que aparecen. No obstante, la manera en que nuestros sentidos perciben los fenómenos es engañosa y contraria por completo al modo en que existen en realidad. Los objetos parecen existir por su propio lado, sin depender de nuestra mente“.
Meditando en la visión correcta
Meditando en la visión correcta de la existencia de los fenómenos, empezamos a comprender que gran parte de las cosas que nos gustan o nos disgustan de las personas u objetos que nos rodean, las creamos nosotros con nuestras mentes. La maestra Guen Lochani, nos propone un conjunto de meditaciones en las que de forma paulatina logramos comprender cómo nuestro apego, es decir, nuestra necesidad de fijar atributos a la realidad, hace que esos atributos se terminen manifestando.

“La vacuidad es la forma en que los fenómenos existen en realidad, que es contraria al modo en que los percibimos. De manera natural pensamos que los objetos que vemos a nuestro alrededor, como mesas, sillas, casas, etcétera, son reales porque creemos que existen exactamente del modo en que aparecen. No obstante, la manera en que nuestros sentidos perciben los fenómenos es engañosa y contraria por completo al modo en que existen en realidad. Los objetos parecen existir por su propio lado, sin depender de nuestra mente“
Calmando la mente, creando desapego, la realidad se nos empieza a presentar de forma muy diferente a cómo la solemos percibir con nuestras mentes agitadas. Cuando meditamos en el desapego, la paz que nos invade contribuye a que la realidad que vivimos se vuelva más pacífica, más sosegada. Así podemos cambiar mentes de desconfianza por mentes de amor, mentes asustadas por mentes compasivas. Meditar en el desapego no tan sólo nos ayuda a encontrar la paz, sino que contribuye a darle tranquilidad a las personas que nos rodean, a las que queremos y cuya vida queremos mejorar.
J.R. estudiante del Programa General